27 de diciembre de 2006

Psicología barata en clave sa-sa-sal-sa

Escucho en la compu Mi Libertad del gran Frankie Ruiz y pienso en qué momento caí en la cuenta que me gustaba la salsa. Recuerdo algunas escenas, mismo Frankie recordando la cometa que volaba. Psicología barata en clave sa-sa-sal-sa.
Jr. Cajamarca, Rímac. 4 de octubre de 1980
Fiesta en el callejón, así le llamaba a esa vecindad. Patio central de tierra mojada para que no levante polvo con el baile. En el cuadrado de cemento 2 por 2 estaba la mesa servida. Todos los vecinos habían prestado sillas y sillones para el evento. Hoy se celebra un cumpleaños y la familia de la agasajada había prometido botar la casa por la ventana.
Los invitados llegaban y los platos humeantes salían de la cocina de uno de los interiores, del 8 o del 9, no me acuerdo. Los invitados comían, conversaban, destapaban cervezas. Otros, más avezados, calentaban la nochecita en la puerta de la vecindad con trago corto. En el equipo, mueble sonoro de tres cuerpos, sonaba Caballo Viejo. La gente se animaba, unos avanzados sacaban a bailar a las tías de siempre. Empezaba el baile al ritmo de Tabaco y Ron.
Mas tarde la salsa ya dominaba el ambiente. La salsa dura se mezclaba con los inicios de la salsa sensual. El Gran Combo venía con su Fiesta de Piliiiito y el siempre presente Jector sonaba con Barrunto de mi corazón.
Unas horas más tarde todos bailaban. Los niños corrían entre las piernas de los bailantes. Yo corrí hasta que choque con las piernas de ella. Bailaba muy bien. Y yo no quería que lo haga taaaan bien. Le jalé la falda y no me hizo caso. Mire hacia arriba, a su cara de celebración, y no me hacía caso. Chillé, en una mezcla de miedo y de celos. Con quién bailas? No hubo respuesta.
La fiesta acabaría como siempre: con sus borrachos siguiéndola en alguna esquina, con sus botellas rotas y platos sucios desperdigados por todo el patio, con alguna vecina recogiendo y ordenándolo todo y con la celebrada conversando en algún sillón forrado de plástico con el compadre, era él. Al fondo, como marco musical, se escucha Fuma el barco, fuma el barco.
Al terminar la noche no quería escuchar ni una sólo de esas canciones que trataban sobre cárceles, sobre adicciones y sobre gente que no entendía o no quería entender.


Alameda de La Luz, Pueblo Libre. 26 de septiembre de 1989
Los cachorros de esquina. Los inocentes de barrio venido a menos. Eso era ese grupo de quinceañeros dispuestos a chupar trago barato en el parque y llegar empilados al tono.
Los muchachos se disfuerzan, no quieren entrar a la casa, cuando entran, de frente se ubican en la cocina, donde no los vean, donde pase caleta la chata y los fallos, o por donde pase la poca chela que invita la casa.
Las chicas, siempre las chicas, empiezan a moverse y bailar entre ellas, tímidas aun. La quinceañera no ha bajado del brazo de su tío y no se puede empezar a bailar ni a comer. En el minicomponente suena Aquel viejo moteeeel, trae recuerdos del día que te hice mujer, y la gente: no seas palta. Oe, si yo escucho Guns o Cure o lo que sea, menos esa pacharacada. Ta que parece tono de tíos. Baila oe.
A medida que el ron barato hace efecto, los trombones mueven los pies y la gente con sus dedos intenta ser trompetista. La salsa sensual seguía, dictadora y autoritaria, con su lluvia, tus besos fríos como la lluvia.
Los patas nada de bailar y las chicas, que aguados son estos. Cuando a ellas el ponche de fresa ya las ponía coloraditas, arrastraban a los primeros giles al centro de la sala. La gente se movía como podía. Los menos entrenados separados, uno dos, y ella, tres cuatro. Los audaces y floreros ajustaban cinturas y dibujaban el pasito salón aprendido con la hermana mayor buenagente.
En el parque los malogrados se burlaban de esos vanos intentos de bailar la salsa estilo Chayanne.
La noche terminaba y no te había sacado a bailar. Que pongan de nuevo Estoy viviendo un sueño, me siento único dueño, del amor. Esa canción le gusta. Me acuerdo que me lo dijo, ese día que casi casi. La próxima te saco a bailar, te apreto la cintura, como bueno. Te hablaré a la oreja, cerquita. Cuando vendrás, sé que vendrás a vivir nuestro sueño, a hacerlo una verdad. Y si puedo te beso, palabra (Reynoso dixit). Oe baila, ahí ta la canción que pediste. Tamare ya está bailando, la próxima, te lo juro. No habrá próxima. Así como se fue, así vendrá, dices, tarareas.
Ahora entiendo porqué odiábamos la salsa y nos peleábamos por ver quiénes eran metaleros y quieres waves. Los metaleros eran los duros y los waves los misteriosos. Eso nos gustaba, claro, también apretar cinturas, y ahí tenías a un pata con su polo de Black Sabbath bailando como mejor le saliera Sobredosis de amor, sobredosis de pasión, tu conmigo, tu conmigo, tu conmigo, tu conmigoooooo.

Otro Jr. Cajamarca, Barranco. Junio del 2001
Míralos pues, cómo intentan, se esfuerzan, se mueven, pero nada es igual. La misma salsa de siempre, la que conocen por fiesta de sus viejos, esas canciones que suenan a partir de las cuatro de la mañana, cuando ya todos están ebrios y no da roche.
Y ahí están los entusiastas, gente sargentera tratando se bailar como chalacos. La gentita apura el paso al ritmo de La murga de Panamá. Otros oprimen delgadas cinturas y cachete con cachete bailan No hagas, no hagas llagas mis heridas; toma, toma y dame que eso es vida.
Oe a qué hora llegan? Habla pes oe. Cuando entraron, llegó la alegría. Ahí están los patas de la universidad, las chicas que uno conoce, las que lo sacan a bailar a uno. Sino sería pura chela el tono.
A las tres, al ritmo de lágrimas brotan de tus ojos, la gente estaba en todo. Escucha la letra oeeeee…jajaja. Todo es un chongo. A las cinco, bien toneados, ya sabes con quién te regresas. Habla, vao.



Jr. Cervantes 159. Centro de Lima. Noviembre del 2006
Para los que creen que saben, no saben nada. Conocimiento Radiomar no es nada, no eres nadie broder. No sirve de nada las miles de fiestas salsa a las que hayas ido. La música te revuelca. La primera vez que fui en toda la noche sólo reconocí una canción, y eso, a duras penas. Harto morenaje moviendo esqueletos y dejándonos como chancletas. A su lado, puro principiante, y ni te atrevas a desafiar una morena, que te parte de un caderazo.
Felizmente estaba el grupo, la gente. Hacíamos círculo y no entraba nadie. Eso sí, salían las chicas a bailar con los que sabían. Caballero nomás. Esa vuelta no me sale, esa figura no me la sabía. No había celos, sana envidia.
La cancha retumbaba con el sonido de los potentes peavey. La orquesta se lucía en el estrado donde el conguero respiraba por la tumbadora, mientras los metales hacían su trabajo atrás. Más tarde por los parlantes desfilaron Palmieri y su Baila guaguancó, Elio Revé y su Charangón, Los Van Van y demás exponentes de la rica rumba.
Todo iba bien. Hasta que llegó el primer mensaje. Riiiiiiing, riiiiiiiing. Ya voy, escribió. Y, ahora? No sabes el tonazo que es, dije esa vez. A ver enséñame a bailar, dijo después de un vaso de chela. Mis tres pasos salsa se verían empequeñecidos. Estaban bien para Barranco, para los tonos de la universidad, pero aquí, para salsero, salsero y medio. Ubícate chibolo.
A la segunda caja de cerveza ya no importaba si sabías o no sabías. Reías, reía, eso importaba. Por ahí algo de Buena Vista ponía la música incidental necesaria. Te llevé en taxi. Las cosas van por buen camino. Azúuuuuuuuucar.

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