19 de mayo de 2007

La primera vez

Cuando pensé este post lo último que se me ocurrió fue escribir sobre el primer beso o sobre la primera vez. No. No seamos huachafos y seamos sinceros. El primer beso es uno que se da o se recibe de manera torpe, y que se puede decir de la primera vez, dos novatos casi cero kilómetros en esto de manejar por carretera de noche.
Hay otras primeras veces que sin ser tan marketeadas como estas primeras, de verdad dejan una huella que dan ganas de decir: me gustaría vivirlas otra vez como si fuera la primera vez. No significa que se hayan hecho por primera vez y ya no se pueda volver a hacer, al contrario se pueden volver a hacer una y otra vez, pero ninguna como la original y primera. Aquí algunos ejemplo que a mí me marcaron:

Escuchar el Dark Side of the Moon
El otro día vi en la tele un especial acerca de cómo se hizo este disco de Pink Floyd, ahí David Gilmour mencionaba que él nunca había tenido la oportunidad de escuchar este álbum por primera vez y que le hubiera gustado vivir esa experiencia. En realidad entendí al tipo. Recuerdo esa primera vez como un viaje sónico. Fue en el depa de un amigo de la Resi San Felipe donde estábamos tres patas reunidos. Ya estábamos en la universidad y ellos ya tenían escuchando Pink Floyd desde el cole. Yo no, llegué a ese departamento sólo con el The Wall en mi bagaje musical.
El ambiente además se prestaba: conversa de patas, chelas, un poco de hierba. No me acuerdo que estábamos escuchando antes. La cuestión es que salió el tema de este disco fundamental. Nunca has escuchado ese disco, me dijeron. No te pases!!! Y zas, pusieron el primer track Speak to me-Breathe, siguió la pastrula On the Run, así todo ese discazo, pasando por la que considero la mejor canción no sólo de ese disco, sino del grupo Us and Then. Cuando llegó a Brain Damage y finalmente Eclipse mi forma de entender la música había cambiado.
Desde ahí he seguido al grupo, tengo casi todos sus discos, por supuesto los más importantes en original, incluyendo la edición remasterizada del Dark Side. He escuchado con diligencia lo demás y me gusta mucho. He seguido a Gilmour y Waters como solistas y mostro también. Pude ir al mejor concierto dado en Lima, el de Waters y confirmó que mi gusto está en lo correcto.
En ese concierto escuché todito el Dark Side en vivo, vi el prisma de luz bañando a la gente con su arco iris de láseres, vi el virtuosismo de Waters y compañía, escuché Us and Then y en general fue una noche de hechicería en todo el sentido de la palabra.
Pero después de todo nada como esa primera vez a ritmo de psicodelia y ambiente de humo dulce.

Enfrentarme a una computadora
Fue a mediados de los ochenta cuando Plaza San Miguel moría lentamente de inanición de consumidores, cuando la Universitaria no llegaba a La Marina y los muchachos para llegar al centro comercial atravesábamos la huaca. A pesar que muchas tiendas cerraban, a nosotros nos gustaba ir porque existía un almacen llamado Sears que resistía la muerte a punta de pequeñas ventas.
Ahí fue que llegaron esos primeros aparatos que se llamaban computadoras y que en los catálogos prometían arreglarnos las vidas. Para esto yo tenía algunas revistas donde se veían juegos, llenos de aventuras y entretenimiento. Fue esa la primera motivación para pararme frente a una Sinclair ZX Spectrum de 48k. Con ese nombre era como si se llamara Goliat El Maldito y yo hubiese sido un minúsculo David analfabeto en su nuevo lenguaje de comandos e instrucciones.
En una mezcla de no saber qué hacer y ante la publicidad engañosa que decía que esas máquinas tenían todas las respuestas, la ingenuidad me ganó. Me acerque a la pantalla, ahí me esperaba un cursor parpadeante, como observando a este incompetente que quería extraer alguna respuesta de su memoria. Vi las teclas y no atine a otra cosa que escribir una pregunta para examen de down: quién descubrió América?. Así como lo ven, igualito lo puse.
Lo único que obtuve de respuesta fue un desconcertante: syntax error. No sabía que significaba, y ahí seguía el cursor esperando, puedo decir que noté en su parpadeo una tímida sonrisa burlona. Fugué de vuelta por la huaca, decepcionado, no de que no pudiera responderme, sino de saber que era yo quien no sabía extraerles una respuesta.
A los días volví al centro comercial, ya no tenía pensado volver a desafiarla, pasé a su lado y vi a un chibolo con su uniforme escolar escribiendo en la computadora y ni un mensaje de error. El chibolo no era nada del otro mundo, un escolar más, ni lentes tenía. Pero me di cuenta que no era uno mas cuando apretó el mismo Enter que yo días atrás y ante sus ojos apareció un jueguito, simple pero juego al fin. Vi un puntito rebotando en una línea y desapareciendo cubos arriba. Oh Maravilla, oh genio de la era informática, me di media vuelta, cruce la huaca y decidí no saber nada de computadoras por mucho tiempo.
De ahí pasaron años hasta que me enfrenté a otra computadora, ya en otro contexto, ya sabía de lo que eran capaces y estaba aprendiendo a usarlas. Ahora recuerdo esa primera vez con nostalgia de una ingenuidad perdida.

Ir a votar en las elecciones
Me acuerdo que la primera vez se trataba de las elecciones presidenciales de Fujimori contra Peréz de Cuellar, el actual presidente contra el anterior Secretario General de las Naciones Unidas.
Claro, en ese tiempo no sabía mucho de política. No sabía más que el chinito tenía harta popularidad y que era seguro que se la lleve, y que su contrincante tenía buena imagen pero proyectaba ancianidad, lentitud y aristocracia.
En fin eso no nos preocupaba, sólo sabíamos que ir a votar era un chongo pues toda la generación de nuestro barrio y barrios vecinos se juntaba en el mismo local y era ocasión propicia de ver a patas que hacía tiempo no veías, a chicas que antes te gustaban y enterarte los últimos chismes de quién se fue del país o quién salió embarazada, los destinos más recurrentes en esa época.
Nos juntamos un grupazo de cómo quince forajidos y nos fuimos en patota a IPAE (hasta ahora voto ahí). Como prometía, ahí nos encontramos con toooodo el mundo. Amigos, amigas, ex con licencia, sin licencia, choqueyfugas, con placa, sin placa. Todo el zoológico reunido. Hablamos, comimos algo, hicimos todo menos votar. A golpe de cierre de hora de votación entramos a la carrera, no sabíamos nuestra aula, ni por quién marcar. Acordamos marcar pichulitas en las cédulas. El chongo y el reencuentro de camaradas ameritaban esta decisión. Luego de poner mi respectiva pichulita, manchar mi dedo y pegar mi sticker en mi electoral (no cambiaba a DNI aun) salimos a comprar un trago, ir al parque y conversar de cualquier huevada menos de las elecciones.

Hay muchas otras que se me escapan. Pienso por ejemplo en la primera vez que visité el Cusco, aún cuando fue en un cojudísimo viaje de promo. Pienso en la primera vez que viaje fuera del país, tantas horas de mar montado en ese pájaro de acero para llegar literalmente a otro mundo, el primer mundo. Pienso en la primera vez que actúe con ese grupo entrañable llamado Caseta Azul en una obra que se llamó Sueño de una Noche de Verano. Pienso en la primera vez que vi alguna película, como despedida de soltero (colaboración de RChY), me cague de risa toda la película, soñaba con una despedida igual, y cuando apareció el burro, aseguré que era la mejor comedia que jamás había visto. Pienso en cuando jugué la ouija por primera vez y la sensación de piel de gallina, signo de un miedo profundo en todo el grupo que nos reunimos al ver a ese puntero moverse solo y responder preguntas imposibles.
En fin, tantas cosas, espero nomás que no se acaben en algún momento estas sensaciones, no llegar a un momento en que no haya algo nuevo que vivir. Y si ese momento llega, no lo dudes broder, comienzo a hacer mi lista, preparo con todo estas segundas veces y seguro escribiré un post que se llamaría La segunda vez.