7 de agosto de 2007

La vida a finales de los veinte


Ahora te recuerdo: salías de la universidad, con cartón nuevo, dispuesto a vivir el mundo, con tus primeros trabajos, la independencia ganada y las ganas intactas. En ese entonces te cagabas de risa de todo, el mundo era ancho y ameno y la fiesta interminable. Una vez en tu piso hicieron fiesta solo para tener excusa de estrenar ropa, los más frívolos, los más felices, despreocupados de todo, chupábamos chela porque queríamos, le entrábamos al vino porque era in y al vodka para variar, llamábamos a las 8 o 9 y la gente aparecía nomás, no había planes, se inventaban en el momento, todo era al momento, la vida era una colección de momentos. Y si no era en tu piso, a bailar fuera, empezabas a vivir de noche, conociste que la semana acababa miércoles, que es posible seguir trabajando viernes sin dormir y que era más divertido aún, que queda mucha vida para dormir, que despierto es cuando todo sucede. Experimentabas tus primeras idas a bares y discos donde va toda la gente, la misma gente que iba inundando tu msn, la misma de todos los jueves y viernes y sábados y tooooodos los fines de semana en la playa. Y las semanas pasaban, conocías a más gente, más amigos de amigos que se hacían tus amigos, más amigas, organizabas almuerzos, cenas y previos en tu piso. Tú depa ahora, la nueva casa. Toda pasaba rápido, no pensabas, te involucrabas con una, dos, muchas personas, se quedaban a dormir, a almorzar, cenar, hacer previos y era cague de risa, veaín tv en la tele nueva o una pela de alquiler, daba lo mismo, nunca acababan de ver y de nuevo la rueda vuelta a girar. Todo giraba a tu alrededor. La casa era el centro de gravitación social, alrededor los amigos, amigas, personas, chelas, vinos, artefactos, girando cual satélites del placer mundano abiertos a tus sentidos. Conociste el dinero plástico: visa, mastercard, las querías todas, todas en la billetera, cada vez más gorda, más greedy. Los trabajos mejoraban, el pago también, por lo tanto tu capacidad de consumo aumentaba, más ropa, más trago, más fast food, más artefactos, el dvd, el equipo estéreo, el home theater, la laptop y todas las maravillas tecno de moda. Los amigos también andaban en las mismas, en sus trabajos, con sus relaciones, se emparejaban y desemparejaban con facilidad y todo con música de The Smiths, el soundtrack de finales de los veinte, sonando en volumen veinte en el equipo del carro, el primer carro, el que más vas a querer, el que compraste con el dinero ahorrado de tus trabajos, el que te acompañó por primera vez de viaje a las playas del norte con los amigos, el que se malogró yendo al cine con la que era tu chica, la chica con la que ibas a la playa, la que se quedaba en tu cuarto, la que venía con su mochila los fines de semana y que se estacionó un tiempo en la cochera de tu vida, mientras cocinaban pastas y hacían canchita para ver pelas, esas que te gustaban entonces, las películas europeas o de ciertos directores, que comentabas con aire de nuevo conocedor en la materia en los primeros restaurantes gourmet a los que entrabas con tu chica y donde pedías sin saber qué pedías y de dónde salías sin rumbo, caminando por las calles de Barranco o Miraflores, claro si es que no sonaba el celular y la noche recomenzaba al ritmo de los amigos y sus parejas, bailando hasta el amanecer y yéndose cada uno a sus depas en la noche gris de Lima, la Lima que devorábamos cada sábado como animales hambrientos y hermosos que éramos en aquella época simple de la vida. Ahora me pregunto: y si todo era tan simple, cuándo se complicó todo, cuándo apareció el estrés, las obligaciones, el trabajo para ayer, cuando se acabó la fiesta y empezó la resaca.



(Continuará en "La vida a comienzo de los treinta" de próxima aparición)

3 comentarios:

ff dijo...

OOOO

Inadecuada dijo...

:S

No habia leido este post. Me ha dado :S

Carboncito dijo...

Algunos sobrevivientes de esas noches seguimos yendo a tu casa, y las conversaciones son igual de absurdas, cálidas e incoherentes que antes. Un hogar para los independizados de base 3 que nos paniquea el matri y la conversacion sobre lo importante de nuestra chamba y del proceso politico. Ahi nos vemos Artur, de toda la vida, para la cajita de chela de barrio y las 10 lukas pa la chancha que aún y hoy, nos duele poner por costumbre. Carmela.