26 de abril de 2007

Yo fui un player

Existen tres clases de personas, las que nunca han jugado un videojuego, las que se quedaron en el Super Nintendo y los que llegaron a los videojuegos de ahora, tipo Play Station 3, X-Box o al Nintendo Wii.
Estas diferencias son principalmente generacionales. Yo me quedé en el segundo grupo. Fui de la generación que se sorprendió con las primeras consolas, esos niños que fantaseaban en navidad con un Atari 2600, y que se quedaban alucinados haciéndose la idea que esos cuadrados gruesos en la pantalla eran tanques en el juego del mismo nombre (en inglés claro) o que se divertían con una línea donde rebotaba otro punto y desaparecían bloques en ese juego adictivo llamado Javanoid. Los padres no entendían como el televisor podía transformarse en ese aparato interactivo y como sus hijos podían quedarse horas atrapados frente a estos aparatos. Definitivamente pertenecían a otra generación, los que sólo usaban el televisor para ver noticias, sin interactividad, meros receptores. Pues ahora sus hijos se habían convertido en players de videojuegos, y viciosos además. Tuvieron que sacarlos a rastras a hacer las tareas e incluso tuvieron que decirles que salieran a la calle a jugar y que no se pasaran todo el día frente a esa máquina del mal.
Todo empezó con una consola que no tuvo tanto éxito: el Coleco pero el verdadero furor se dio con el Atari. Esta consola venía con un mando que era una palanca para direccionar lo que fuéramos en la pantalla: tanques, paletas de ping pong, naves; y con un botón rojo para disparar[1]. Juegos clásicos fueron Tank, Space Invaders y bueno Pac Man.

El siguiente paso fue la revolución de los botones de los mandos. Y ahí la clave fue el Super Nintendo con su mando con un aspa para las direccionales y sus 4 botones (A, B, X, Y) para jugar. Ahí las destrezas tuvieron que multiplicarse. Yo no consistía simplemente en disparar, sino que ahora podías hacerlo de muchas maneras. Todas las que permitieran las combinaciones de esos botones. Creo que las habilidades de mi generación llegaron hasta el límite con ese número de botones. Tuvo sus juegos clásicos, como Top Gear, Mortal Kombat, Street Fighter y el inefable Mario Bros.


La siguiente generación pedía más y más. El siguiente paso, vedado para mi generación, fue el Play Station, que le agregó dos botones mas al mando y con la gran novedad fue que ahora los juegos ya no venían en cartuchos sino en discos compactos. Exacto, mi generación sólo llegó a los discos compactos para música, ésta ahora los usaba para jugar videojuegos. Demonios. Con su sucesor el Play Station 2 se agregaron dos botones mas y ahí si perdimos el tren definitivamente.


Lo demás es historia de la que no somos parte. Vinieron los juegos en red. Vinieron los juegos con alta definición de video y sonido. Vino el Nintendo Wii que se supone capta el movimiento del player. En fin. Demasiada coordinación psicomotriz para mi generación, demasiada interactividad y posibilidades para las responsabilidades de una generación que ya comenzó a estudiar y trabajar.





[1] También había otro mando tipo pad, con una especie de sintonizador para los movimientos y con el botón de disparo al costado.

22 de abril de 2007

Día de la Tierra (un intento de escribir a lo Fernandez)

Me llama mi hermana en la mañana
Hay un sol astronómico en el cielo de su pueblo (un pueblo más allá del mar, de los mares).
Miro a través de mi ventana, el mismo sol que la alumbra
Atraviesa mi ventana, aunque pálido, exhausto,
Y dicta que aquí no termina de irse el verano
Y que allá no se define el fin del otoño .

Leo en los diarios: la peor sequía en 20 años,
La mayor inundación en el país,
Y se deshielan los nevados, antes incólumes.
Voy al baño, corre el agua, jalo la cadena,
Ni siento nada, no pienso en las sequías,
Ni en las inundaciones o en los nevados.
No pienso en mi ínfima contribución al mar, a los mares.

Cuando era niño en el parque de la vuelta de mi casa
Podía encontrar moras y granadas,
También comía un durazno todas las noches, antes de dormir.
Ahora leo en el yogur industrial:
Calcio, fósforo; y en la sopa instantánea:
Grasa transgénica 3.5g 18%
Emulsificante 770mg 32%
Soborizante 1g 4%
No entiendo de química,
No se de medicina, si da cáncer o no (se han dado cuenta que últimamente todo da cáncer)
Lo único que sé es que sabe bien, y no mancha la ropa.

3 de abril de 2007

Televidente en serie

Había escuchado comentar a un vendedor de DVD a otro: “hermano, el negocio ya no son las películas, ahora son las series”. Yo tenía en la mano tres películas de estreno y no le creí. Sin embargo el comentario quedó rondando mi cabeza. Un día quise probar si era cierto, claro, además había escuchado a gente hablar de series, pero pensé que todo el asunto consistía en ver Sony, Fox, Warner o AXN. Nada más falso. Sabía que en Polvos Azules vendían las dichosas series y se me ocurrió comprar la primera temporada de Lost por propia iniciativa y porque había visto un capítulo perdido que me interesó. Por recomendación de un pata también incluí la primera temporada de Roma.
Ahora entiendo el comentario del vendedor. Aquella vez salí con 3 discos de películas. Cuando fui por las series, salí con 14 discos en mis manos, porque es así, venden la temporada completa, además que no se trata de dejar a medias y otra vez darse el trote.
Ahora estoy concentrado en la segunda temporada de Lost y aun en la primera de Roma. Ahora estoy tentado de pedirle a mi pata el chato las tres primeras temporadas de 24 pero me dicen que es super adictiva, así que todavía la estoy pensando. Aún no he caído como otros en las amanecidas. La dosis justa es un capítulo por día, mientras uno almuerza o descansa en la noche, 42 minutos que dura cada capítulo no son mucho. Pero la vaina es que estas series están hechas para que acabe el capítulo justo en lo más interesante, y si cedes a la tentación de querer saber qué es lo que sigue ahí nomás, entonces puedes estar camino a la adicción.
Antes, cuando fui presa de los Expedientes X, no había la facilidad de comprar las temporadas en DVD, así que tenían que resignarte al misio capítulo semanal. Y eso, si te lo perdías, piña, a tratar de llegar a la repetición de medianoche o del otro día. Sino a tratar de entender qué es lo que había pasado.
Ahora la cuestión es que por 17 lucas tienes los 7 discos, con aproximadamente 3 o 4 capítulos por disco, totalizando casi 30 capítulos en toda la temporada. Y están ahí, al alcance de un clic. Los puedes dosificar: por ejemplo en verano me vi toda la primera temporada de Lost en una semana, lo que equivale a 3 o 4 capítulos por día, too much. Uno en la mañana antes de salir, claro que implicaba despertarse un toque más temprano. Otro a la hora de almuerzo, ese sin culpas. Un tercero después de las noticias. Ahí un toque a revisar correos y ver pendientes y uno final antes de dormir. Para esto, este último acababa a eso de las 2 de la madrugada, y de ahí vuelta a despertarse a las 8 am para la primera dosis respectiva.Ahora he tratado de reducir el vicio a uno diario, y eso si no hay chamba. La semana pasada, con harta chamba, he estado limpio una semana. Nada de series. El vicio no me atrapó tanto, no me controla. Ya imagino a esos espectadores boleteándose capítulo tras capítulo un día y al siguiente, y después del NO MAS, yendo a terapias en “Adictos a las series anonimos” o internándose en el Centro Victoria para Serieadictos.

2 de abril de 2007

Perra

Llegó un día, chiquita, tímida, inspeccionando, oliendo, meando. Llegó mientras otras personas se iban de mi vida. En esa época era una perrita.
Se salvó por un día, nos demorábamos 24 horas más y hubiera pasado su vida entre otros perros, en un criadero. Quién sabe si hubiera estado más contenta, moviendo la cola entre otros como ella, más grandes o más chicos pero de su mismo mundo. Yo la verdad no creo, creo que “criadero” es un eufemismo para ocultar una vida de perros.
Se supone que ya tenía un nombre: Tuercas le decían, la verdad a mi hermana y a mí ese nombre no sonaba a nada. Su aspecto no era de Tuercas. Cuando llegó teníamos pendiente el asunto del nombre, nos gustaba algo medio cortazariano, tipo Maga. Pero sonaba a diminutivo de Magali y nada que ver pes. Así que cambiamos una letra y quedó en Maya. Así le pusimos y así se llama hasta ahora, claro con sus cariñitivos: Mayi, Mayita, Mayonesa, y todo lo que empezara con esas letras.
Ella ha sobrevivido a muchos cambios en mi casa. De vivir con mi familia, a vivir solo, de ahí a vivir con roomates, con una chica y ahora con mi sobrina. Creo que en mayor o menor medida se ha llevado bien con todos. Cuando llegaba gente no solía ser muy sociable, ahora ya es menos tímida, ya no le importa que haya gente hablando, igual se sienta en algún lado a retozar. Claro, mientras no sean niños critters que creen que es un juguete, ahí si que zafa más rápido, ya los conoce, los chequea y fuga a la carrera debajo de alguna cama.
Ahora es toda una perra. Ha crecido, engordó un tiempo, estuvo a dieta y ya esta en forma. Sin embargo ya tiene siete años y se está haciendo viejita. Los cálculos estiman que cada año perruno son como siete humanos, así que sumando serían como cincuenta años.
Antes todos los días era movida de cola cada vez que regresaba a casa, así hubiera salido a comprar el pan. Ahora sólo hay movida cuando llego y ella está sola. Antes la llamaba a silbidos y corría y de un salto ya estaba encima del sillón, ahora ya no sube rápido, es mas, creo que le da calambres. Yo no sube sola. Con razón, antes dormía en “su” sillón, ahora lo hace en la alfombra nomás.
Dicen que los perros son los mejores amigos del hombre. Lamentablemente los hombres no son los mejores amigos de los perros. He visto gente maltratar a sus animales, tirarlos a la calle, encerrarlos en el techo, estresarlos con gritos o patadas, hacerlos pelear por un poco de hombría que ellos no saben ganar de otra manera. Y estos perros ahí están durmiendo en la puerta de la casa, cuidando el techo, moviéndole la cola al tirano de la casa, peleando las luchas que otros pierden.
También he visto perros que no son maltratados pero la pasan mal. Ahí están en medio de la puna corriendo tras el rebaño, en la selva muriéndose de calor con la lengua fuera o al costado de la choza de algún mendigo cuidando sus trapos y harapos.Dicen que los perros son un símbolo de fidelidad yo creo que más son de amistad. Hay gente que trata a sus perros como hijos, yo trato a Maya como amiga. Es mi pata. Ha sido testigo de mis paltas y mis alegrías. Le cuento cosas, a veces también la ignoro. Pero ahí estamos, pa´lante Maya, aguante.